El privilegio de la pausa aceptada.

Saber que uno siempre cuenta con el privilegio de la pausa, descendiendo la intensidad de la marcha. Acomodarse en el suelo, quitarse los zapatos, tocarse el latido del corazón y sentir qué quiero que siga ahora, y qué no...

Así, escuchando mí respiración como respuesta, con la cabeza inclinada, mirando a ese cielo que aguarda mí vuelo. Tranquila, despacio, sin que nada ni nadie importe...
En ese silencio donde la verdad, siempre, me es revelada.

Eso, en pausa, en espera, en modo off pero más viva que nunca. Dándome el permiso hermoso de frenar. Así, con el cuerpo a la altura del alma...
Y...
¡Que espere el que pueda esperar! 
Lo importante aquí es que me sepa esperar yo. 
Eso también es curarse...

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