El camello blanco del Rey Melchor


Daniel estaba muy impaciente, iba a ver pasar la cabalgata de los Reyes Magos por el centro de su ciudad con su familia. Cuando por fin se pusieron en camino encontraron un gran atasco que les hizo tardar en aparcar y cuando llegaron al lugar de la cabalgata los Reyes ya estaban pasando. Daniel pudo ver poca cosa, y volvió a su casa un poco enfadado y pensando que los Reyes Magos, lo podian haber esperado un poquito más. Su mamá le explico que iban deprisa porque tenían que repartir muchísimos regalos a todos los niños del mundo y lo ayudó a poner junto al árbol, unas galletas y agua para los camellos, luego lo recompensó con algunos caramelos que Daniel guardó debajo de su almohada.

Cuando se acostó, Gaby fue a darle un beso de buenas noches, con mucho misterio se sentó en la cama y enseñó a Daniel su mano abierta, la volvió a cerrar y cuando la abrió de nuevo, en ella apareció un cascabel dorado. El mago Gaby, cómo llamaba Daniel a su otro papá hizo sonar el cascabel y el pequeño sonrió encantado, pues sabía que sería para el. Gaby explicó a Daniel que ese cascabel era mágico, porque perteneció a la montura del camello blanco del Rey Melchor, era muy antiguo y el lo encontró cuando era muy niño justo la misma mañana de Reyes. Lo hizo sonar y en su música  se podía oir la magia de la noche de Reyes y le dijo: éste cascabel  solo sonará en manos de un niño que crea en la magia.

Daniel asintió con la cabeza y tomó el cascabel en su mano, lo movió y estuvo haciéndolo sonar  hasta que se quedó dormido y en ese preciso momento comenzó la aventura. Sintió unos golpecitos en el cristal de la ventana de su habitación y se levantó para mirar. No hacía ni pizca de frío y al asomarse vió a dos camellos descansando en su jardín ¿donde estará el tercero? se preguntó el pequeño, cuando de pronto un gran camello blanco, con su cabeza alargada, sus divertidos dientes y resoplando se asomó por la ventana asustando un poquito a Daniel y con una voz chillona se dirigió al niño y le dijo:

Tu tienes el cascabel de la magia de la noche de Reyes, me gustaría que me lo devolvieras para ponerlo en mi montura de nuevo.
Daniel estaba entusiasmado, pues era el camello del Rey Melchor y le estaba hablando!!
¡Bueno que me dices!...sin el cascabel que me falta mi música no suena  igual. El camello se zarandeo un poquito y decenas de cascabeles sonaron a Navidad. Daniel miró su querido cascabel y pensó que Gaby  lo entendería. Con mucho cuidado lo enganchó en la correa justo donde estaba su hueco. El camello se marchó dando las gracias al niño con sus dos compañeros al son del  tintineo de campanitas.

A la mañana siguiente Daniel despertó feliz, corriendo fue al salón para abrir los regalos. De pronto se acordó de los camellos y salió corriendo al jardín, pero allí ya no había nadie. Antes de volver dentro vió una luz brillante entre la hierba, cuando se agachó comprobó que era una campanita.
El mago Gaby se acercó y miró la campana, ¡vaya que suerte Daniel! es una campana de navidad y pertenece al camello blanco del Rey Melchor, guardalá muy bien, te aseguro que si no dejas de crees en la magia, algún día de Reyes cuando la hagas sonar, vendrá a visitarte y podrás devolvérsela.
Daniel la apretó muy fuerte en su mano y corrió dentro para contárselo a su madre y guardarla como un tesoro.

El mago Gaby se quedó solo y sonrió feliz porque recordo, que una noche de Reyes el también devolvió una campanita igual y fue el niño más feliz del mundo.
La magia existe y está en aquellos que creen en ella. Feliz noche de Reyes...



Comentarios

Entradas populares de este blog

Carta a mi hermana mayor en su 50 cumpleaños.

La Máscara.

Soltar no duele...